Muchos creen que la pandemia nos ha mostrado nuestra peor versión, ya que la constante presión y encierro nos ha llevado sin dudas a un límite personal y profesional. Los días pasan, y se nos hace cada vez más difícil liberar tensiones y conectar con nosotras mismas. La carga mental es alta y no sabemos cómo gestionar nuestros pensamientos y emociones. Los niños son demandantes, la casa es demandante, la presión social es demandante, la culpabilidad nos invade y lentamente sin querer verlo empezamos a cambiar. Nuestra esencia se difumina en el aire, y perdemos nuestro norte. Caemos y nos cuesta levantarnos, ¿ cómo hacerlo con el caos que hay en nuestro alrededor? A veces no dan ganas ni de pensarlo.
Por un momento me detengo y observo.
Veo como fluye mi vida, estoy desconectada de la naturaleza, me cuesta relacionarme ya que la era digital y el distanciamiento social llegó para quedarse. Ya no me quiero como antes y tampoco quiero tanto a los que me rodean, mi paciencia ha llegado a un límite. Cuando creo que todo va a colapsar, me enfrento directamente a mis miedos, es que una crisis personal se vive desde dentro y nadie puede sacarte de ese hoyo. Solo depende de uno.
Son días y meses sin entender lo que pasa, la vida sigue y me desencanto con el nuevo ritmo pandémico.
Me observo y respiro, pongo la atención en mi, ya que sé que volver a conectarme conmigo misma es lo único que me llevará a flote. Es ahí cuando se empieza a aclarar el escenario.
Tanta estimulación externa me desconectó de lo que a mi me hacía bien. Hoy vuelvo a poner mi salud como prioridad. Qué me hace bien en estos tiempos? Tener un momento en el día para MI. Nutrir mi cuerpo con alimentos de calidad y nutrir mi mente con energía y pensamientos positivos. Abrazo mi nueva versión, hoy acepto que soy otra persona que hace un tiempo atrás. La vida es dinámica y tenemos que desafiarnos a los permanentes cambios. Los vaivenes son propios de cada ser de este mundo, querer crecer y superarnos es parte de lo que nos hace más plenos.
Sigo observando, permito que todo fluya y vuelvo a conectarme con el caudal de la vida. La naturaleza me sonríe, y es que ahora entiendo que todos podemos vivir en armonía, hoy vuelvo a florecer como mujer. Conectarse con uno mismo es un gran regalo: empiezo a reir, a llorar, a bailar, a gritar, a amar profundamente. Aceptar que es normal desviarse de nuestro centro o ideal de bienestar es clave para ver la luz. Las respuestas no vienen de la noche a la mañana, pero si nos dedicamos un tiempo en el día para nosotras de a poco encontraremos esa paz interior.
Vuelvan a conectar con su interior, atrévanse a experimentar cambios físicos y emocionales. La vida se trata de crecer y desafiarse constantemente, después de este gran encierro merecen volver a conocerse y amarse. Dejemos atrás la culpa y veamos lo que nos sucede como un regalo, siempre es posible ver cada caída como una oportunidad, y hoy la invitación es a volver a conectar con lo que nos hace bien para así vivir desde la plenitud y el goce.
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